Hace muchos años, hubo un hombre en Los Villares que era habitual de las tabernas, un bebedor y conocedor de toda clase de vicios y juergas, en el pueblo era conocido por estas actitudes, que en más de una ocasión le habían envuelto en trifulcas.
Por lo visto, este hombre tenía una larga lista de deudas en todas las tabernas del pueblo y sus amigos tampoco se salvaban de las trampas.
El problema era que el poco dinero que tenía lo gastaba enseguida, entonces, se encontraba pensando en qué podría hacer para remediar su situación sin tener que pagar ni uno solo de los préstamos que le habían confiado, cuando se le ocurrió una idea.
Llamó a unos amigos de confianza, compañeros de barra y les explicó lo que iban a hacer.
Se pusieron en marcha, y con un ataúd donde iba tumbado, salieron en procesión por el pueblo, en busca de cada persona a la que le debía dinero. Taberna por taberna fueron pasando con el ataúd a hombros, pidiendo a cada uno que perdonaran las deudas del fallecido de cuerpo presente. Porque ahora ya estaba con Dios, y desde allí nada podía hacer él. De esta manera las trampas del supuesto muerto fueron siéndole perdonadas, debido a que la gente, impactada por la imagen del hombre en el ataúd, que habían transportado hasta su casa buscando que perdonaran sus deudas, todos terminaban aceptando con mayor o menor agrado.
Cuando tuvieron el perdón de todas las trampas y prestamos el hombre se bajó del ataúd, y como si nada hubiese pasado.
Se cuenta que fue así como ocurrió, este hecho fue la comidilla del pueblo durante mucho tiempo, fue recordado de manera burlona. Incluso en el carnaval de aquel año, los jóvenes, en recuerdo de lo sucedido, sacaban un ataúd hecho con maderos y cartones que paseaban por las tabernas y calles haciendo reír a los vecinos, recordando aquel inolvidable hecho.
Una cancioncilla que se cantaba antiguamente en Los Villares el día del carnaval decía así:
¡Carnaval, Carnaval
Tú te vienes, tú te vas
ya para el año que viene
sepa Dios quien vivirá!
Alvaro Luque Lomas