Ni es cuento ni es fábula lo sucedido en mi querido pueblo villariego que ocurrió hace muchos años atrás en el paraje llamado Buena-Hija, pues su nombre bien puesto está en honor a una hija que de la prisión pudo a su padre salvar y darle la libertad.
Este hombre vivía en un cortijo situado, como he mencionado ya,
en Buena-Hija, en compañía de su hija que estaba casada ya.
A este hombre por circunstancias de la vida que no quiero mencionar cometió algunos errores y a la prisión fue a parar.
La justicia no fue benévola y gran condena tenía que cumplir,
esta hija desesperada habló con jueces y superiores,
clemencia pidió de rodillas pues nada pudo hacer
ni encontrar a nadie que le pudiera ayudar.
A veces el ser humano somos injustos hasta con nosotros mismos, aún cuando se trata de juzgar a alguien el cual había cometido algunas faltas.
Pasaron los días y el juicio se vino a celebrar
y tal condena le dieron a cumplir
que fue que peor que una muerte letal.
A este hombre le condenaron a que,
pasando los días sin llevarle ni agua ni pan,
muriera sin piedad.
Esta hija no vivía todo era en sinvivir y tormento
y en estado de gestación que se encontraba
el alumbramiento se adelanto, tuvo suerte
y una hija trajo al mundo hermosa como hermoso es el sol
que sale cada día para a todos alumbrar.
Esta hija estaba triste y desolada
y ni la hermosura de aquella niña la venía a consolar.
Aquella pequeña niña se amamantaba
de los pechos de su madre y se la veía cada día con más luz —-
y resplandecía toda ella tan viva y hermosa
que a su madre se le ocurrió una idea.
Cuando estuvo recuperada del parto
pidió permiso para visitar a su padre
pues ya estaba muy deteriorado, casi en la fase final.
Permiso concedido que le vinieron a dar
pues pocos eran los días que le iba ya a visitar.
Cada día que entraba a ver a su padre
esta hija era chequeada de arriba hasta abajo
para que nada pudiera llevar
cuando pasada una semana el padre le brillaban los ojos
y el reflejo de la muerte que tenía tan presente
se empezaba a disipar los guardias alertaron
pues era mucha mejoría la que veían ya.
Al principio pensaron que fue el poder permitirle
estar cada día un poco tiempo con su hija
lo que vino a este hombre recuperarse un poco
de la falta de alimento y de su fase terminal,
pero los días pasaban y este hombre se sentía más vivo
y con pocas ganas de irse de este mundo
pues de una forma que no entendía nadie
este hombre no fallecía.
No hallaban explicación y la hija cada día
cumplía con la obligación que le habían concedido,
por supuesto cada día chequeada de arriba hasta abajo
con el miramiento de una lupa
para que nada pudiera llevar escondido
en ningún rincón de su cuerpo para su padre alimentar.
Como los días pasaban, el padre mejoraba
fue requerida por la justicia en un tribunal a ser juzgada
ante el juez se presentó y le pidieron explicación
y estas fueron sus palabras:
“Señor juez yo os contaré el secreto de que mi padre
no muera de hambre ni de sed a cambio solo pido
que deis su libertad para que regrese conmigo
el tiempo que le quede de vida ya.”
Se retiraron los jueces y se fueron a deliberar
pues dijo uno que fuera el médico al encarcelado a visitar.
El médico le hizo un pequeño diagnóstico y dijo
que ése ahí bien nutrido estaba que sólo estaba pálido
de falta de luz y el sol que no le venían a dar
pero que por falta de alimento ese hombre no fallecería.
El diagnóstico del médico les hizo mucho cavilar
y entre todos acordaron poder desvelar el secreto
que esta hija tenía y ellos nos lograban descifrar.
La volvieron a llamar mas ella dijo:
“debo de pasar por la cárcel y traer a mi padre acá
para desvelar mi secreto, pues tiene que tener mi padre la libertad”.
Así fue, mas esta hija se levantó ante todo un tribunal y dijo:
“Pues una hermosa hija he tenido…” y se hizo un murmullo,
“que con éstos mis pechos he podido amamantar y criar,
¿por qué no voy a devolverle la vida a mi padre y también amamantar?”.
El tribunal quedó exhausto de tanta cavilación
y las gentes que allí se hallaban todos eran palmas y vítores al ver, este hombre cobraba su libertad gracias a una buena hija
que a su padre pudo salvar.
El padre de que se vio que recobró su libertad
abrazó a su hija y nieta y dijo:
“Vamos al cortijo que desde hoy se llamará el cortijo de Buena-Hija pues el nombre bien puesto está”.
Escrito por,
Elviri Parra Serrano.