Como es sabido por todos, en los pueblos se cultiva desde siempre una costumbre muy característica, el poner motes y apodos a la gente.
Unos mejor avenidos y otros menos, pero sea como sea, los “nombrajos”, como les llamamos en Los Villares, son una herencia que ha estado presente en el pueblo desde siempre, se les puede llamar herencia en el más amplio sentido de este término, ya que en la mayoría de las ocasiones los apodos sobreviven a su dueño, y son heredados por las siguientes generaciones de una familia, perdurando en los años.
La siguiente historia es muy breve, pero resume a la perfección ese fenómeno, que aunque aún pervive, tuvo una gran relevancia en un pasado no muy lejano.
Ocurrió hace mucho tiempo, cuando un día un forastero iba camino de Los Villares, el hombre se dirigía al pueblo en busca de algún trabajo con el que poder sacarse algún dinero.
Pasaba con su borrico, junto al rio, por dicho camino cuando llegó a una vega donde un vecino de Los Villares trabajaba afanosamente los piojares, el forastero al verlo, se le ocurrió preguntarle por trabajo, y se dirigió a él. Cuando el hombre puso rumbo de nuevo hacia el pueblo, el villariego le dijo en tono de advertencia:
-Si vas al pueblo ten cuidado con lo que digas y hagas, porque en Los Villares te sacan un mote por menos de un pimiento. Dijo sin levantar la vista de su tarea.
El forastero se detuvo un instante, miró pensativo al hombre, y seguro de sí mismo respondió:
-No pasa nada, yo voy bien prevenido. Y continuó con su borrico.
Entonces el villariego levantó la vista, sonrió, y con tono jocoso concluyó.
-Bueno, pues hasta luego, DON PREVENIDO.
Alvaro Luque Lomas