CARMEN GUERRERO LOPEZ

Desde Mi Pueblo Informa, queremos homenajear a Carmen por su centenario.

Carmen nació el 7 de marzo de 1924, en un cortijo en Río Frío porque su familia vivía allí. Al no bajar todos los días al pueblo, en su DNI pone el 11 de marzo que fue el día que la pudieron inscribir.

Pasó su infancia en el cortijo, a los 8 años se bajó al pueblo y poco a poco fue haciendo amigos. Vivía en la calle Arroyo, era muy trabajadora y desde pequeña estuvo ayudando en la tienda que tenía su familia. Había de todo, desde comida hasta botijos y de ahí que se le conociera como “Carmen la de las jarras”. Su hermano Enrique con su motocarro era el encargado de traer productos frescos a la tienda.

Y así pasó Carmen su juventud hasta que llegó Indalecio, un muchacho que al pasar con su borrico se fijó en ella, a través de la ventana, y no dudó en pedirle la mano. 

Con 38 años se casó y se fueron a vivir a la misma calle, una casa enfrente del Salón Molino, conocido como “Salón de Juan Miguel”. Allí formó su familia, tuvo a su único hijo, llamado Indalecio.

Pasado unos años, comenzó a trabajar en la carnicería de Graciano, actualmente carnicería Loly, allí pasó una etapa de su vida muy importante para ella.  Con el tiempo era típico ver a Carmen con su cesta de cerezas vendiéndolas en la puerta de la carnicería.

Por los tiempos de escasez que corrían, cuando su hijo tenía 8 años se fueron a vivir a Mallorca junto con sus hermanos María y Enrique. Estos formaron su familia allí, pero Carmen e Indalecio decidieron volverse a los 8 meses porque echaban de menos su pueblo y sus raíces.

 Debido a que todos envejecemos, poco a poco se acabó la venta de cerezas, el trabajo en la carnicería y los continuos viajes. Lleva 15 años viviendo en casa de su hijo, al principio le costó adaptarse porque estaba acostumbrada a vivir en la fuente y al bullicio de sus vecinas. Su tiempo libre lo dedicaba a hacer encaje, a cuidar de las plantas y cuando llegaba el tiempo de Navidad hacía rosquillos y empanadillas junto con sus sobrinas las de la gasolinera.

De nunca le han gustado los perros, pero lo que no se esperaba era encariñarse con uno y muchas veces ha dicho “¡Si me vieran mis vecinas, yo con un perro en brazos…!”. 

Toda su vida ha estado pendiente de los demás y ahora es ella la que recibe el cariño de su familia. Una vida de esfuerzo y sacrificio que ahora se ve recompensada.

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